Pero el pretender ser comunicador no obedece –solamente– a
cuestionar, criticar y desvalorizar cada uno de los temas noticiosos políticos
o de otra índole, sino en esa inercia, el informante sea capaz de crear una
opinión constructiva que permita acrecentar la cosecha de las ideas y las
acciones públicas, porque una vez que se da decido a externar la problemática
desde su respetable punto de vista al orden público, de esa magnitud se deberá
externar la solución.
Y es precisamente por este motivo, que en cada uno de mis
anteriores –y posteriores– artículos
expongo una posible solución que con
probabilidad habrá de superar el obstáculo –o por lo menos mitigarlo-. Por
suerte, en esta ocasión el tema que abordo no concierne a una problemática en
cuestión, sino por lo contrario, a una oportunidad de crecimiento económico y
en consecuencia de mejora a la calidad de vida de los mexicanos.
Tal si pareciera lejana (por lo menos) la afirmación,
debemos de agradecer a nuestro sistema electoral que hizo posible la tan
necesaria alternancia presidencial. El pueblo de México estaba ya cansado de un
gobierno de doce años, secuestrado por la tecnocracia, que prometió un cambio
radical –y cumplió pero para mal–, un
gobierno que instauro sus propia leyes de beneficio burgués y desprecio en
muchas ocasiones el sentir popular. Del sexenio del “cambio” –donde en palabras de Fox, habria que;
“cambiar de raíz sin cambiar las raíces”–, al sexenio de la “salud”, del que
paradójicamente existieron muchas más muertes.
Vimos tan rápido como una estela de luz –o una bala de alto
calibre– estos últimos doce años de gobiernos panistas, como si en cuestión de
segundos un experto y amañado delincuente fuera saqueado nuestros bienes, y aún
perplejos, asimilemos lo deplorable de nuestra situación. Porque empezamos mal y
terminamos peor.
Afortunadamente, quedamos con nuestro último y mayor
bien; el del voto. Y en el retorno plasmamos fortalecidos la exigencia común;
terminar con esa tiranía de doce años y dar paso a nueva forma de gobernar y de
hacer política. Nuestro próximo presidente respaldado por la mayoría de los
votantes abre un panorama alentador para el futuro de México, de mayor consenso
social, de constante negociación con los grupos políticos, fortalecido desde su
cúpula por mexicanos con un nuevo rostro y fresca mentalidad.
Solo así se podrá "descongelar" las reformas tan imperantes
para el desarrollo económico y social: una reforma hacendaria o fiscal de menos tecnicismos y de mayor eficacia para la recaudación, que permita consolidar la
economía gubernamental y en lo sucesivo incentive la inversión pública. Una
reforma política de verdadera representación ciudadana, donde el número de
diputados y senadores solo sea el indispensable. Y la más importante; una
reforma energética que enfatice la necesidad de cambiar el régimen improductivo
de Petróleos Mexicanos, una empresa paraestatal sin solvencia que ante la falta
de capacidad para la exploración y extracción de crudo, sea inevitable la
intervención del capital privado, que cumpla con las exigencias de producción,
eficiente los recursos, genere empleos, pero sobretodo, incremente nuestro
mezquino Producto Interno Bruto.
Porque solo con acuerdos, y una política de unidad como la
venidera, se podrá trasformar el marco legal tan limitante en los últimos años
y esperar de nuestro México, lo mejor.
Ever Sánchez Rodríguez
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