viernes, 14 de diciembre de 2012

"POWER: ON” y el duopolio no termina...

Tal cual programa interminable de televisión, a todas horas, en todos los canales. Así es el duopolio que controla el 90% de la televisión abierta en nuestro país, y te preguntarás;  ¿Qué representa esta cifra? Menos de lo que representa controlar –completamente– el mercado, menos de ocultar o suprimir algún hecho de interés social, mucho menos de lo que representa manipular a su antojo la opinión pública.

Esta cifra va más allá, porque para nuestros males, el promedio de lectura anual por persona en México es la mitad de un libro, y en contraste, cada mexicano ve la televisión en promedio 5 horas diarias. Si hacemos cuentas son 1,825 horas al año, estaríamos viendo la televisión 138,700 horas en vida (considerando el promedio de mortalidad de 76 años) lo que equivaldría a decir que permanecemos 16 años a lo largo de nuestra vida sentados –sugestionados– frente al televisor que permanece en “ON”, dieciséis años que nuestro cerebro permanece en “OFF”.

Peor aún, por cada dos minutos de contenido no comercial, existe un minuto dedicado al interés capitalista que intenta vender algún producto o servicio, apelando sino es a nuestras necesidades a nuestro ego, con mensajes subliminales, narraciones divertidas, canciones “pegajosas”, colores llamativos, toda herramienta publicitaria a su alcance, lo que fuere, ellos solo quieren vender –y vender mucho–, así bombardean nuestro cerebro incansablemente, nos convierten en auténticos zombis al servicio de una caja de imágenes y sonidos, hipnotizados por el mandato electrónico, manipulados por lo que dicen llamar su legítima “opinión”.

Pero como lo aclare al principio, lo anterior se ve subordinado ante el duopolio existente en la industria, dos empresas en nuestro país dominan la televisión abierta, programan, opinan, difunden, suprimen a su conveniencia y a la de sus corporativos adjuntos, que en muchas ocasiones es ajena a la conveniencia social y política.

El problema no termina ahí, pasaron los sexenios y su reinado parecía intocable, las instituciones y órganos reguladores en vez de reglamentar y en su caso sancionar actuaron en complicidad, favoreciéndoles aún más sus intereses de expansión y consumación del poderoso duopolio. Este 14 de noviembre la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) autorizó licitar servicios de banda ancha a empresas filiales al duopolio, aun así la Comisión Federal de Competencia (COFECO) parecería  indiferente a la licitación e irresponsable –por menos– ante la necesidad de establecer competencia en el mercado de televisión digital abierta.

Algunos podrán afirmar que la industria televisiva está en decadencia, que las redes sociales son el presente y futuro de la comunicación masiva y que pronto la televisión habrá ser un objeto de museo, la realidad en nuestro país es que la televisión hoy por hoy es un medio predominante, puesto que según datos del INEGI; el 95% de los mexicanos cuentan con una televisión en sus hogares, comparado al 22% de la población con acceso a internet. La explicación es más que obvia, no todos –sino es que la mayoría– cuenta con el recurso económico para financiar tal servicio –del que por cierto, es de los más caros en el mundo–.

Lo imperativo es entonces, más allá de incrementar el acceso a la banda ancha e internet, –regulando otro poderoso monopolio– asegurar una competencia digna en la industria televisiva abierta, que permita ofrecer al espectador una mayor diversidad de contenidos, de mejor calidad, de veracidad inobjetable, con opiniones constructivas y diversas, sin tantos “patrocinadores” de los cuáles depender.

En todo caso continuaremos hipnotizados, pero esta vez con la posibilidad de escoger el hipnotista. 

Ever Sánchez Rodríguez

viernes, 30 de noviembre de 2012

La esperanza de un México mejor

Pero el pretender ser comunicador no obedece –solamente– a cuestionar, criticar y desvalorizar cada uno de los temas noticiosos políticos o de otra índole, sino en esa inercia, el informante sea capaz de crear una opinión constructiva que permita acrecentar la cosecha de las ideas y las acciones públicas, porque una vez que se da decido a externar la problemática desde su respetable punto de vista al orden público, de esa magnitud se deberá externar la solución.

Y es precisamente por este motivo, que en cada uno de mis anteriores –y posteriores–  artículos expongo una posible solución que con probabilidad habrá de superar el obstáculo –o por lo menos mitigarlo-. Por suerte, en esta ocasión el tema que abordo no concierne a una problemática en cuestión, sino por lo contrario, a una oportunidad de crecimiento económico y en consecuencia de mejora a la calidad de vida de los mexicanos.

Tal si pareciera lejana (por lo menos) la afirmación, debemos de agradecer a nuestro sistema electoral que hizo posible la tan necesaria alternancia presidencial. El pueblo de México estaba ya cansado de un gobierno de doce años, secuestrado por la tecnocracia, que prometió un cambio radical –y cumplió pero para mal–,  un gobierno que instauro sus propia leyes de beneficio burgués y desprecio en muchas ocasiones el sentir popular. Del sexenio del “cambio” –donde en palabras de Fox, habria que; “cambiar de raíz sin cambiar las raíces”–, al sexenio de la “salud”, del que paradójicamente existieron muchas más muertes.

Vimos tan rápido como una estela de luz –o una bala de alto calibre– estos últimos doce años de gobiernos panistas, como si en cuestión de segundos un experto y amañado delincuente fuera saqueado nuestros bienes, y aún perplejos, asimilemos lo deplorable de nuestra situación. Porque empezamos mal y terminamos peor.

Afortunadamente, quedamos con nuestro último y mayor bien; el del voto. Y en el retorno plasmamos fortalecidos la exigencia común; terminar con esa tiranía de doce años y dar paso a nueva forma de gobernar y de hacer política. Nuestro próximo presidente respaldado por la mayoría de los votantes abre un panorama alentador para el futuro de México, de mayor consenso social, de constante negociación con los grupos políticos, fortalecido desde su cúpula por mexicanos con un nuevo rostro y fresca mentalidad.

Solo así se podrá "descongelar" las reformas tan imperantes para el desarrollo económico y social: una reforma hacendaria o fiscal de menos tecnicismos y de mayor eficacia para la recaudación, que permita consolidar la economía gubernamental y en lo sucesivo incentive la inversión pública. Una reforma política de verdadera representación ciudadana, donde el número de diputados y senadores solo sea el indispensable. Y la más importante; una reforma energética que enfatice la necesidad de cambiar el régimen improductivo de Petróleos Mexicanos, una empresa paraestatal sin solvencia que ante la falta de capacidad para la exploración y extracción de crudo, sea inevitable la intervención del capital privado, que cumpla con las exigencias de producción, eficiente los recursos, genere empleos, pero sobretodo, incremente nuestro mezquino Producto Interno Bruto.

Porque solo con acuerdos, y una política de unidad como la venidera, se podrá trasformar el marco legal tan limitante en los últimos años y esperar de nuestro México, lo mejor.


Ever Sánchez Rodríguez

viernes, 9 de noviembre de 2012

El Dueño Americano

Todos en estos últimos días –aunque con sus excepciones- se mantuvieron fervientemente a la espera de los resultados presidenciales de una nación ajena, pero a la vez intrínseca a nuestra vida económica-política. Tal cual si fuesen aguerridos reporteros esperando la entrevista de un personaje que dará la noticia y la dará en primera plana.

Y el hecho no era para más, puesto que se esperaban las elecciones presidenciales más reñidas de los últimos 20 años en Estados Unidos, las apuestas claramente divididas daban “parecer” que las aspiraciones de reelección del actual presidente Obama poco a poco caían en un abismo profundo e incierto. Era de esperarse que cualquiera de los dos candidatos (Barack Obama y Mitt Romney) resultaría victorioso.
 
Para bien popular, el mismo día de las elecciones generales en Estados Unidos ya se conocía un ganador; Barack Hussein Obama, primer presidente afroamericano de EU era elegido por segunda y constitucionalmente última ocasión. Y digo para bien popular porque afortunadamente en este último proceso electoral prevaleció, de principio a fin, el sentir del pueblo, una emoción que en la caducada y desprovista “Democracia” americana, no en todas sus facetas históricas a resultado favorecida. –Cabe mencionar un ejemplo contemporáneo en el 2000, donde el aspirante del partido demócrata Al Gore obtuvo la mayoría de los votos populares, pero el republicano George W. Bush ganó la presidencia.-
 
Es necesario hablar entonces, del sistema electoral norteamericano, –que nada tiene de presumible y mucho de defectuoso-. Sus principios se remontan a aquellos idearios que consumaron la independencia en Estados Unidos (1787), pensamientos con, sí, un alto contenido nacionalista pero escasos de identidad popular, la desconfianza en aquellas épocas sobre su población era evidente, no podían tolerar en el supuesto democrático la llegada de otro individuo que instaurara sus propias leyes y estas fueran ajenas al interés nacional. Bajo la anterior premisa, fue así como establecieron un sistema de Democracia indirecta conformada en cada estado por “Colegios Electorales”, que representan proporcionalmente su población y quienes finalmente dan el veredicto. –Habrá que aceptarlo, este sistema en principio funcionó de una manera eficaz y reguladora, tanto que la nación emergente de las barras y las estrellas pronto se convirtió en una potencia económica y militar reconocida y  temida por los demás países del globo.-
 
Pero además de su sistema de voto indirecto, basado en un grupo de representación proporcional demasiado longevo e irrelevante, el sistema electoral estadounidense presenta evidentes brechas jurídicas, una de las más graves; es posible adquirir financiamiento de privados, de lo que deducimos la posibilidad de gastar en campaña ilimitadamente. Hacen pues, de este tipo de proceso un sistema político al que he tenido a bien llamar: “capitalcracia” –habrá que registrarlo-
 
Y precisamente de este novedoso sistema político, es donde lamentablemente resultan beneficiadas las cúpulas del poder económico en ese país, los cientos de intereses de expansión productiva invierten una cantidad exorbitante para su futuro presidenciable, es así, como el aspirante al ejecutivo federal inconsciente –o conscientemente- crea lazos de compromiso a la “gran corporación”, su deber, una vez en el poder; brindar al capitalista los medios necesarios para la instalación y/o expansión en el mercado, después, ofrecer una amplia gama para la evasión fiscal, –de ahí el grave problema de déficit público conocido recientemente como “precipicio fiscal” que podría agravar la recesión estadounidense.-
 
En lo sucesivo, es cuando este problema deja ser de incumbencia ajena y se transforma a mi jurisdicción como aspirante al estudio de la ciencia política, mi labor; evidenciar las deficiencias del sistema electoral estadounidense que se relaciona –para mal- con la vida pública de México, porque lo que pasa en el país vecino, nuestro estado “soberano” reacciona como una especie de organismo circundante y heterótrofo.
 
El deber ser implica una infinidad de factores,  el más importante –casi divino; suponer una reforma al sistema caducado de votación presidencial y legislativo en Estados Unidos y otro casi o igual de utópico; minimizar la dependencia económica, política y social de aquel país con el nuestro.
Lo que fuere, existe una realidad mientras que el control hegemónico mundial continúe: Estados Unidos es la nación más poderosa y su presidente el hombre más poderoso del mundo.
 
Ever Sánchez Rodríguez

 

miércoles, 31 de octubre de 2012

so pena de ser ¿sancionado?..

Muchos han de recordar aquellos momentos de la infancia en que se asistía inexplicablemente puntual al jardín de niños, con una edad promedio de 4 años, empezaba el mundo académico para la mayoría aún con cierto grado de “libertad”. Pocas responsabilidades; mediáticamente dibujar, colorear, jugar, y porque no, estimular la creatividad. –Quiero pensar que la última-.

Aquella realidad era en todo sentido confortable, una vida placentera limitada por nuestras condiciones de pensabilidad, que necesariamente nos aislaban en nuestro mundo de diversión interminable. Pero todo en este mundo tridimensional es contingente, y esa etapa desafortunada o afortunadamente llego a su fin. Todos abonaron por continuar sus estudios –hay que enfatizar el rotundo éxito de nuestro sistema educativo, puesto que, de cada 100 niños que egresan de prescolar, 100 se incorporan a la escuela primaria- y así continuar su travesía por la vida académica.

Pero el tema que me ocupa no necesariamente es el de nuestro competitivo, ejemplar y eficiente sistema educativo,  -el cual, si fuera de mi competencia lo abordaría extensamente-.  Te preguntarás; ¿Cuál es entonces? Bueno, resulta que dentro de nuestro “codiciable” sistema educativo, –que reitero, no quiero hacer mucha alusión-. de cada 100 personas que egresan de primaria, solo 21 terminan su preparatoria, un  dato verdaderamente preocupante, y no lo digo preocupante por el hecho de que en pleno siglo XXI no existan las condiciones para que en un país “subdesarrollado” se garantice el derecho a la educación básica, –habrá de recordar que según lo dispuesto en nuestra grundnorm, el nivel medio superior es, ahora educación básica -. sino lo que conlleva que cerca del 80% de los mexicanos no terminen sus estudios.

Los ciudadanos de valor –que existen y muchos- se integrarán al mercado laboral (legal), pero los mexicanos corrompidos buscarán el auxilio pronto y factible, integrándose así a todo tipo de acto jurídicamente prohibido (ilegal), y cuando a estos tarde o muy tarde respondan ante la “justicia” mexicana, irán –si es que penalmente así se requiere- a uno de los 429 Centros de Readaptación Social (CERESO) distribuidos a lo largo y ancho de la República, dónde lamentablemente, habrán de perfeccionar sus técnicas y estudiar las aún no aprendidas.

Porque el problema más allá de las pocas políticas en la prevención del delito, reside en las condiciones con las que operan los penales en México; evidente ingobernabilidad, innegable hacinamiento o sobrepoblación, enorme insalubridad, nula vigilancia y violación constante a los derechos fundamentales de los reclusos.

Resultan ser en principio, un espacio de poca reglamentación y una administración que simplemente no existe, y cuando no hay administración, no se provee a los internos, de lo más indispensable para su subsistencia, los lugares en que cumplen su “pena” se vuelven lugares inhabitables, y esas condiciones absolutamente deplorables hacen que en todo momento se vean vulnerados sus derechos elementales como seres humanos. Es entonces, cuando estos supuestos centros  de “readaptación”, se convierten  en efectivos centros de “reinadaptación”.

Lo peor aún, sin administración, no hay control, se carece de vigilancia y de dirección, de ahí la ingobernabilidad. Los penales en México adoptan una persona física con facultades autónomas; no hay departamento, ni autoridad, ni siquiera estructura que lo rija, ahí es cuando sus reclusos con pena  -o, sin pena-, parecen encontrarse en un perfecto; jardín de niños, sin mayor responsabilidad que la de “vivir” en lo que sus condiciones de culpabilidad lo permiten.

México necesita un sistema penitenciario, –en la misma magnitud que los otros- eficaz y trasparente, pero para ello es imprescindible una estructura normativa, donde en principio se deje atrás el sujeto presuntamente “culpable” y se reconozca la figura del sujeto presuntamente “inocente”, porque ese presunto inocente habrá de ocupar una celda que no le corresponde, habrá de vivir en pena. Y en segundo término, reconocer la incapacidad financiera y de movilidad del Estado, para con el sistema penitenciario,  en ese sentido, será inevitable la intervención del capital privado que provea de mejoras sustantivas a su administración, que eficiente los recursos, pero sobretodo, cumpla con el objetivo de todo centro de readaptación: reeducar al individuo para su inserción en la vida social.

Ever Sánchez Rodríguez


martes, 23 de octubre de 2012

y su reino no tendrá fin...

Siguiendo con la ruta afín de mi instinto periodístico, y siendo producto de un hecho noticioso relevante para la vida sociopolítica de México, me he propuesto no un día cualesquiera- pero si a una hora atípica- crear mi primer articulo periodístico, con contenido meramente político. Aun así el primero.

Dejando el parafraseo costumbre en mi redacción, incursiono en el tema que a más de un mexicano le aqueja, por tanto -un principio- también a mí: La dictadura sindical de líderes vitalicios o “morales”.

Y empiezo con la mención. Hasta que punto, mejor dicho, en que mentalidad retorcida, manipulada, enajenada, ingenua e ignorante se puede afirmar que un periodo de más de 25 años de un representante puede ser aceptablemente “moral”, -bueno, solo en México y con la mentalidad retorcida, manipulada, enajenada, ingenua e ignorante de los millones de profesores reprobados según las pruebas estandarizadas para su evaluación.- Y surge la pregunta; a que se le puede llamar un “Líder moral”, entendiendo la Moral como el conjunto de pensamientos, reglas o principios de juicio meramente humano, heredados a través del devenir histórico y que proveen el ideario a las actividades mismas, me permito concluir que un pensamiento moral, es  nada menos que una costumbre y que está no necesariamente puede sustanciarse de contenido ético. Por lo tanto, un líder moral es un representante de las buenas o malas -sino es que muy malas- costumbres del hombre en sociedad.

Porque finalmente, el problema de la falta de Democracia y Trasparencia en los sindicatos no reside en los supuestos líderes que los preceden, -pareciendo mentalizar la naturaleza del sindicato como un sistema autoritario y centralista, convirtiéndose en una perfecta dictadura-.  El problema es sencillamente los cientos de intereses que respaldan, que no son del todo bienaventurados.

Representan precisamente la “moralidad” con que los trabajadores, protegidos con la bandera retórica -bastante pisoteada- para la defensa de sus derechos como clase, van instaurando una especie de grupo de resistencia que ante la mínima perturbación de sus intereses, se relevan ferozmente, maniobran con astucia, se apoderan y secuestran la vida pública. Tienen sí, secuestradas las decisiones del Estado y no solamente actúan de tal manera, sino que también, aspiran con miras políticas, a ser parte del mismo Estado.

Con lo anterior descripción, no me queda la menor duda, para los agremiados los líderes a su medida resultan, lamentablemente, estos “líderes morales”. Pero… ¿y los Líderes vitalicios? Aquí es donde finalmente reside el problema de estas organizaciones sociales. ¿Donde han quedado los principios de Transición del poder y la Democracia misma?. Bueno, por lo visto estos conceptos los desconocen. Hoy por hoy, los “representantes” del interés de la clase trabajadora ignoran los tiempos de sucesión.- nada más perdido que eso-  ó será que existe algo más allá del poder mismo, algo aún más allá del poder político-electoral que representa su padrón de agremiados (sindicalmente “protegidos”), representa este reino infinito, supremo y todopoderoso -casi como el de la Divinidad-, la oportunidad de representar los dos sindicatos más capitalizados de México y seguidamente de América Latina. Y hablo de capitalizados, porque por su amplitud reciben como sindicatos, los más altos ingresos hasta ahora contabilizados. Esto es, el poder que los mueve a encontrar el elixir de la inmortalidad; el Poder del dinero.

El destino sindical en nuestro país se deja a la suerte,- porque es más confiable que suponer una aprobación sino es que positiva, expedita, a la reforma laboral discutida en la cámara de senadores-. Sea cuál sea el resultado, para una verdadera representación de la clase trabajadora u obrera en México, es imprescindible tener dos no tan simples principios básicos: Trasparencia y Democracia.

Ever Sánchez Rodríguez