Dentro de estos juicios destacan algunos cuya pretensión es descalificar
 (sin haber abundado en la profundidad de su contenido, en la amplitud 
social de su convocatoria ni en el ritmo de su aplicación) las líneas 
esenciales del proyecto SinHambre. Muchos de sus argumentos expresan un 
posicionamiento político, y soslayan ir a fondo en las cualidades del 
análisis y los considerandos que alimentan a este programa; lo 
disminuyen con calificativos infundados, debido a que falta conocer los 
COMO, CON QUE y PARA QUIEN. Bajo este entorno, puede ser complejo y 
tardado reconocer las motivaciones  de quienes lo concibieron y lo 
diseñaron.
Por lo pronto, de lo que no hay duda es que el 
programa  SinHambre va más allá de las políticas de emergencia o 
asistenciales, porque considera seriamente, las causas estructurales del
 hambre y la miseria; pone de manifiesto que, sin asociar el tema de la 
seguridad alimentaria a un conjunto de estrategias de desarrollo 
económico y social, garantes de mayor equidad e inclusión social, el 
problema se perpetuará y no logrará trascender el marco estrecho del 
asistencialismo.
El problema del hambre debe ser enfrentado con 
seriedad por todos, si en realidad deseamos cubrir la asignatura 
pendiente que tenemos con varios millones de mexicanos que sobreviven 
sin esperanza ni destino. La urgencia lo exige, Ya no es posible 
enfrentar  los grandes problemas nacionales con un razonamiento distante
 y apriori; los mexicanos  tenemos en el programa SinHambre una razón 
para incentivar nuestra corresponsabilidad, y más aún la unidad. Démonos
 un voto de confianza.