viernes, 9 de noviembre de 2012

El Dueño Americano

Todos en estos últimos días –aunque con sus excepciones- se mantuvieron fervientemente a la espera de los resultados presidenciales de una nación ajena, pero a la vez intrínseca a nuestra vida económica-política. Tal cual si fuesen aguerridos reporteros esperando la entrevista de un personaje que dará la noticia y la dará en primera plana.

Y el hecho no era para más, puesto que se esperaban las elecciones presidenciales más reñidas de los últimos 20 años en Estados Unidos, las apuestas claramente divididas daban “parecer” que las aspiraciones de reelección del actual presidente Obama poco a poco caían en un abismo profundo e incierto. Era de esperarse que cualquiera de los dos candidatos (Barack Obama y Mitt Romney) resultaría victorioso.
 
Para bien popular, el mismo día de las elecciones generales en Estados Unidos ya se conocía un ganador; Barack Hussein Obama, primer presidente afroamericano de EU era elegido por segunda y constitucionalmente última ocasión. Y digo para bien popular porque afortunadamente en este último proceso electoral prevaleció, de principio a fin, el sentir del pueblo, una emoción que en la caducada y desprovista “Democracia” americana, no en todas sus facetas históricas a resultado favorecida. –Cabe mencionar un ejemplo contemporáneo en el 2000, donde el aspirante del partido demócrata Al Gore obtuvo la mayoría de los votos populares, pero el republicano George W. Bush ganó la presidencia.-
 
Es necesario hablar entonces, del sistema electoral norteamericano, –que nada tiene de presumible y mucho de defectuoso-. Sus principios se remontan a aquellos idearios que consumaron la independencia en Estados Unidos (1787), pensamientos con, sí, un alto contenido nacionalista pero escasos de identidad popular, la desconfianza en aquellas épocas sobre su población era evidente, no podían tolerar en el supuesto democrático la llegada de otro individuo que instaurara sus propias leyes y estas fueran ajenas al interés nacional. Bajo la anterior premisa, fue así como establecieron un sistema de Democracia indirecta conformada en cada estado por “Colegios Electorales”, que representan proporcionalmente su población y quienes finalmente dan el veredicto. –Habrá que aceptarlo, este sistema en principio funcionó de una manera eficaz y reguladora, tanto que la nación emergente de las barras y las estrellas pronto se convirtió en una potencia económica y militar reconocida y  temida por los demás países del globo.-
 
Pero además de su sistema de voto indirecto, basado en un grupo de representación proporcional demasiado longevo e irrelevante, el sistema electoral estadounidense presenta evidentes brechas jurídicas, una de las más graves; es posible adquirir financiamiento de privados, de lo que deducimos la posibilidad de gastar en campaña ilimitadamente. Hacen pues, de este tipo de proceso un sistema político al que he tenido a bien llamar: “capitalcracia” –habrá que registrarlo-
 
Y precisamente de este novedoso sistema político, es donde lamentablemente resultan beneficiadas las cúpulas del poder económico en ese país, los cientos de intereses de expansión productiva invierten una cantidad exorbitante para su futuro presidenciable, es así, como el aspirante al ejecutivo federal inconsciente –o conscientemente- crea lazos de compromiso a la “gran corporación”, su deber, una vez en el poder; brindar al capitalista los medios necesarios para la instalación y/o expansión en el mercado, después, ofrecer una amplia gama para la evasión fiscal, –de ahí el grave problema de déficit público conocido recientemente como “precipicio fiscal” que podría agravar la recesión estadounidense.-
 
En lo sucesivo, es cuando este problema deja ser de incumbencia ajena y se transforma a mi jurisdicción como aspirante al estudio de la ciencia política, mi labor; evidenciar las deficiencias del sistema electoral estadounidense que se relaciona –para mal- con la vida pública de México, porque lo que pasa en el país vecino, nuestro estado “soberano” reacciona como una especie de organismo circundante y heterótrofo.
 
El deber ser implica una infinidad de factores,  el más importante –casi divino; suponer una reforma al sistema caducado de votación presidencial y legislativo en Estados Unidos y otro casi o igual de utópico; minimizar la dependencia económica, política y social de aquel país con el nuestro.
Lo que fuere, existe una realidad mientras que el control hegemónico mundial continúe: Estados Unidos es la nación más poderosa y su presidente el hombre más poderoso del mundo.
 
Ever Sánchez Rodríguez

 

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