Tal cual programa interminable de televisión, a todas horas,
en todos los canales. Así es el duopolio que controla el 90% de la televisión
abierta en nuestro país, y te preguntarás;
¿Qué representa esta cifra? Menos de lo que representa controlar –completamente–
el mercado, menos de ocultar o suprimir algún hecho de interés social, mucho menos de lo
que representa manipular a su antojo la opinión pública.
Esta cifra va más allá, porque para nuestros males, el
promedio de lectura anual por persona en México es la mitad de un libro, y en
contraste, cada mexicano ve la televisión en promedio 5 horas diarias. Si
hacemos cuentas son 1,825 horas al año, estaríamos viendo la televisión 138,700
horas en vida (considerando el promedio de mortalidad de 76 años) lo que
equivaldría a decir que permanecemos 16 años a lo largo de nuestra vida sentados
–sugestionados– frente al televisor que permanece en “ON”, dieciséis años que nuestro
cerebro permanece en “OFF”.
Peor aún, por cada dos minutos de contenido no comercial, existe
un minuto dedicado al interés capitalista que intenta vender algún producto o
servicio, apelando sino es a nuestras necesidades a nuestro ego, con mensajes
subliminales, narraciones divertidas, canciones “pegajosas”, colores
llamativos, toda herramienta publicitaria a su alcance, lo que fuere, ellos solo
quieren vender –y vender mucho–, así bombardean nuestro cerebro incansablemente,
nos convierten en auténticos zombis al servicio de una caja de imágenes y
sonidos, hipnotizados por el mandato electrónico, manipulados por lo que dicen
llamar su legítima “opinión”.
Pero como lo aclare al principio, lo anterior se ve
subordinado ante el duopolio existente en la industria, dos empresas en nuestro
país dominan la televisión abierta, programan, opinan, difunden, suprimen a su
conveniencia y a la de sus corporativos adjuntos, que en muchas ocasiones es ajena a
la conveniencia social y política.
El problema no termina ahí, pasaron los sexenios y su
reinado parecía intocable, las instituciones y órganos reguladores en vez de
reglamentar y en su caso sancionar actuaron en complicidad, favoreciéndoles aún
más sus intereses de expansión y consumación del poderoso duopolio. Este 14 de
noviembre la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) autorizó licitar servicios
de banda ancha a empresas filiales al duopolio, aun así la Comisión Federal de
Competencia (COFECO) parecería indiferente
a la licitación e irresponsable –por menos– ante la necesidad de establecer
competencia en el mercado de televisión digital abierta.
Algunos podrán afirmar que la industria televisiva está en
decadencia, que las redes sociales son el presente y futuro de la comunicación
masiva y que pronto la televisión habrá ser un objeto de museo, la realidad en
nuestro país es que la televisión hoy por hoy es un medio predominante, puesto
que según datos del INEGI; el 95% de los mexicanos cuentan con una televisión
en sus hogares, comparado al 22% de la población con acceso a internet. La
explicación es más que obvia, no todos –sino es que la mayoría– cuenta con el
recurso económico para financiar tal servicio –del que por cierto, es de los
más caros en el mundo–.
Lo imperativo es entonces, más allá de incrementar el acceso
a la banda ancha e internet, –regulando otro poderoso monopolio– asegurar una
competencia digna en la industria televisiva abierta, que permita ofrecer al
espectador una mayor diversidad de contenidos, de mejor calidad, de veracidad
inobjetable, con opiniones constructivas y diversas, sin tantos “patrocinadores”
de los cuáles depender.
En todo caso continuaremos hipnotizados, pero esta vez con
la posibilidad de escoger el hipnotista.
Ever Sánchez Rodríguez